Capítulo 5: El Colgante Esmeralda
- Nayeli ***
- 25 ene 2021
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 2 may 2021
Nayeli cogió el colgante esmeralda y el libro.
Al mirar en el interior de la esmeralda vio la montaña donde creció. Y recordó ... recordó la tibieza de la voz de su padre cuando la llamaba "hija", el nadar en el mar apoyada en sus hombros cuando era niña, en busca de la línea del horizonte donde ella creía que había una ballena y una cascada.
Recordó a su abuelo trayendo todo contento sandias del huerto para que las comiese toda la familia, familia que siempre corría a la cocina a su llegada, rodeándolo con risas y estruendo; esa cocina que tenía un tragaluz en el techo y una chimenea gigante mayor de la altura de un niño.
Recordó sus juegos de teatro con sus hermanos y primos, sus bailes bajo la lluvia de tormenta cuando el campo tomaba olor a tierra mojada y paja. También recordó los descensos del río en balsas que hacían con juncos junto a su padre, tíos y primos. Recordó el lavar las sábanas con su madre en el rio con el olor a jabón de sosa, y como las sábanas volaban sobre el rio pareciendo velas de barco al extenderse sobre el agua.
También recordó a su madre trayéndole el café por la mañana a la cama, el olor de las tostadas con mantequilla que le preparaban sus tías, el bajar escaleras a saltitos con su madre cuando salían a pasear y que las dos tenían un código secreto por el cual cuando se apretaban la mano con fuerza quería decir "te quiero mucho, mucho, mucho" . Recordó los ratos en la cocina hablando con su madre mientras ella cocinaba. Finalmente recordó el valor del tiempo sin tiempo en la calidez de su hogar.
Y sintió tristeza por la añoranza de ese lugar, pero reparó que en realidad ahora ya permanecía vivo en su interior porque ya recordaba! Lagrimas de belleza rodaban por sus mejillas al ver los recuerdos tan bonitos que se había llevado el olvido, estaba feliz de volver a recuperarlos. Se dio cuenta que se había alejado del camino de su corazón y había dejado de ver la belleza que hay en todos los mundos, este que empezaba a conocer se la mostraba.
Finalmente la Montaña Feliz tenía razón, ahora que se había perdonado por olvidar, empezaba a ver la belleza que habita en todo ser, toda planta, todo animal, toda estrella ... toda la creación. El olvido sólo era un velo que no le permitía ver ni sentir esa verdad y sintió un profundo agradecimiento por la sabiduría que le había traído su viaje y por todas las personas, animales y lugares que la habían ayudado a recordar quien era y cuales eran sus orígenes.
Ya estaba preparada para regresar, celebrar y compartir la alegría de vivir.
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